Wednesday, August 31, 2011

35 VII Feria del Libro en Panamá


VII FERIA DEL LIBRO EN PANAMÁ

Pedro Antonio Valdez, Director Ejecutivo de la Feria Dominicana del Libro, me llamó por teléfono para decirme que yo había sido invitado por el Ministerio de Cultura a participar en la Feria del Libro de Panamá. Me explicó que este año la Feria había sido dedicada a la República Dominicana y que el Ministerio de Cultura (MINC) estaba enviando una amplia delegación.
Le pregunté qué haría yo allá.
-Presentar a Dimensionando a Dios, la novela tuya que ganó el Premio Nacional Feria del Libro Eduardo León Jimenes este año.
Tuve curiosidad.
-¿Quiénes más van?
-Luis Santos, Ángela Hernández, Alejandro Arvelo, Valentín Amaro, Miguel Collado y más gente. Allá te encontrarás con muchos conocidos.
No me aclararon si alguien iba a presentar la novela, así que preparé un trabajo tomando en cuenta que Juan Pablo Duarte es un desconocido en Panamá (incluía el texto que leí en la presentación aquí, en MSG80, pero ampliado).
Por email me siguieron llegando informaciones: Ángela Hernández vendría en el mismo vuelo que yo; la salida en avión sería por Copa, Airlines, el viernes 26 de agosto a las 9:00 a.m., vuelo 271, y la vuelta el lunes 29 a las 3:40 p.m., vuelo 268; nos darían unos viáticos para los gastos diarios; en el aeropuerto de Panamá nos esperaba un transporte para llevarnos al hotel; el hotel en Panamá era el Whyndam Garden, en la Calle 58 de Obarrio.
Isael y Oneida Pérez, de Editorial Santuario, me dijeron que iban a la Feria y llevarían mis libros, y todo funcionó a las mil maravillas.
El día anterior, la secretaria de Editorial Santuario me llamó para solicitarme si podría llevar veinte ejemplares del libro El liderazgo de Leonel Fernández de Oquendo Medina (ya Isael estaba en Panamá), a lo cual dije que sí, pero que si yo tenía que pagar exceso de equipaje me lo tendrían que compensar. Por email, Isael y yo quedamos en que llevaría menos cantidad (12).
Me pude comunicar con Ángela, y acordamos que ella me pasaría a buscar en la madrugada en un trasporte del Ministerio que nos llevaría al aeropuerto. También a ella le pidieron llevar (el MINC) unos libros que el Ministro José Rafael Lantigua estaba esperando.
Ángela es una tercia. El viaje de ida lo pasamos lo más bien, hablando sobre todo lo que nos interesa: literatura, uno que otro chisme del sector…
Llegamos a Panamá, y no aparecía la persona que se suponía que nos debía recibir; pero sí estaba, lo que pasaba era que el letrero con nuestros nombres no se veía claro, y el hombre estaba retirado un poco del paso de llegada.
Tampoco en el hotel nos esperaba nadie. Era ya mediodía; Ángela y yo decidimos comer algo y averiguamos de un restaurant económico cerca del hotel. Cuando volvimos, tampoco encontramos a nadie. Resolvimos el asunto a media tarde, cuando finalmente nos fuimos a la Feria.
Esta Feria es muy distinta a la nuestra. La organiza la Cámara del Libro, una institución del sector privado, y la hacen en un centro de convenciones enorme bajo techo, el Atlapa. Los visitantes pagan 3 dólares, y los participantes tienen que llevar una cinta verde de la que cuelga una identificación para que no le cobren cada vez que entran y salen del edificio.
La gente va a comprar libros. Pero hay una serie de conferencias en unos salones en la segunda planta, y allí fui varias veces a oír a Adriano Miguel Tejada, Director del Periódico Diario Libre, hablar sobre Trujillo; a Miguel Collado sobre su libro en el que recoge una serie de ensayos sobre Bosch; a Ángela sobre su último libro El peso del rocío; a Luis Santos sobre su novela Princesa de Capotillo; a varios poetas (Ángela, Valentín, Basilio y otros) leer sus poemas; a Carlota Carretero con su grupo teatral paseando por los pasillos con un sainete sobre María de Toledo y otro en el teatro sobre los taínos y las ciguapas. En el entre tiempo, me iba al pabellón de la República Dominicana donde estaban nuestros libreros Virtudes Uribe y Juan Báez de La Trinitaria, Isael y Oneida Pérez de Santuario y Valentín Amaro del MINC.
El pabellón dominicano tenía un sitio privilegiado en el medio del inmenso salón donde estaban las editoras locales. Allí me sentaba en el área de Santuario a dedicar mis novelas. Apareció una señora joven y muy agradable que las compró todas.
-Desde que las abría y leía un párrafo quedaba encantada y la quería leer entera –me dijo.
Fue maravilloso. ¡Imagínense ustedes! Ese es el tipo de lector(a) que cualquier escritor quisiera tener… ¡por miles!
Allí también conocí a la señora que debía presentar mi novela, doña Marisa de Talaveras, una mujer muy amable. Le pregunté si era escritora o crítica.
-Soy organizadora de círculos de estudio, donde leemos novelas, biografías y demás.
Suerte para mí; doña Marisa invitó a todos los miembros de sus círculos, y muchos se aparecieron al acto de puesta en circulación. Fue el sábado a la 7:00 p.m. En su lectura, doña Marisa decía que, para compenetrarme tanto con Juan Pablo Duarte como se evidenciaba en la novela Dimensionando a Dios, yo debía haber sido también un luchador contra la tiranía. Bueno. Fue una magnífica presentación. Luego yo leí mi texto, se hicieron muchas preguntas y todo el mundo quedó satisfecho.
Continuamos Ángela Hernández, Franklin Gutiérrez y yo con un coloquio sobre la narrativa dominicana. Cada uno leyó un texto propio, luego siguió un debate muy interesante. Dio la casualidad que los tres textos que leímos trataban a la mujer en términos eróticos, y hubo que explicarle a la concurrencia que esa no era la única tendencia de la narrativa en nuestro país. Todo quedó aclarado y la noche terminó con unas hermosas palabras de la presidenta de la Cámara del Libro, Briseida Bloise, felicitándonos por haber traído una delegación intelectual de tanta altura.
Como ocurre a veces en estas salidas, me pasó un incidente. La noche del viernes, cuando puse el aire acondicionado para dormir, resultó tan frío que me causó una neuralgia en las muelas. A las once comencé a dar vueltas en la cama, diciéndome que iba a pasar. Apagué el aire, hice como que no me dolía, y me dormí. A la una, a las dos, a las tres me despertaba ya con un dolor de muela localizado en uno de los molares de abajo. Me dormí finalmente y cuando desperté a las 7:00 a.m. ya no tenía dolor. Pero decidí ir donde un dentista. Y aquí tuve a un Pedro Antonio Valdez que se portó como un hermano. Llamó a la Embajada para averiguar si alguien podía venir de allá a llevarme donde un dentista; cuando vimos que el asunto con la Embajada se dilataba, me acompañó donde uno que quedaba cerca; en fin, me hizo sentir muy bien. Gracias, Pedro, por esa demostración de amistad. Luego, en la Feria, se nos presentó Paola Caamaño, mi compañera de aventuras literarias en el grupo de Juan Freddy Armando, para decirme que ella era la que venía a acompañarme al dentista. Una pena que no se diera.
Por la tarde del domingo, Ángela y yo vistamos el canal, vimos el movimiento de tres barcos en las reclusas, seguimos a la ciudad antigua de Panamá (la tercera, fundada en 1673, según nuestro guía y chofer, la segunda fue en 1519 y la primera fue antes, en Portobelo) y le dimos vueltas entre calles estrechas y edificios muy hermosos y bien cuidados, luego pasamos por un puente larguísimo a unas islas turísticas y, finalmente, fuimos a un mall (centro comercial) tremendo (si gastamos diez minutos en cada tienda nos tomaría 37 horas visitarlas todas, dijo nuestro guía).
Nos acercamos a los edificios altísimos de ciudad de Panamá. Hay uno en especial que llaman el “tornillo” porque no tiene una fachada plana sino que se retuerce como un helicoide. Fabuloso.
Ya empaquetando, Isael me dijo que había combinado con una editora panameña para dejar los libros de Santuario en venta, allá en Panamá. Así que los libros que quedaron míos (se vendieron casi todos) están a la caza de lectores, yo espero que como la señora mencionada.
El viaje de vuelta fue, como siempre, un poco triste, callado. Ya nuestro pensamiento estaba en lo que teníamos pendiente en Santo Domingo para esa noche y los días siguientes.

Señores, para mí, el viaje valió la pena. Confirmé que mi obra narrativa es universal; puede ser apreciada por todos en todos los países… y eso resulta sumamente gratificante.

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